Si yo te dijera…

….

Si yo te dijera que

estás iluminado por las estrellas

Y tus ojos parecen

reflejo de esa luz…

Si yo te dijera que

tú estás divinamente concebido

Y tienes dentro de ti

todo lo que necesitas para vivir.

Si yo te dijera que

dentro de ti habita una llama que es capaz

de incendiar una ciudad.

Si yo te dijera que

dentro de ti mora un inventor capaz de crear mil maneras

de hacer la misma cosa.

Si yo te dijera que

dentro de ti existe un constructor que es capaz

de crear nuevos caminos.

Si yo te dijera que

dentro de ti existe un hilo de corriente que te une

a lo sobrenatural tan fácilmente…

Y si yo te dijera

que hay un dios, y que posee la llave de la vida eterna…

y que esa llave está en tu interior, y sólo ahí abrirás las puertas del cielo.

Si yo te dijera que ahí se encuentra

la alegría que no acaba,

los sueños que se realizan, la salud que se perpetúa,

los amigos que nunca te abandonan,

la nostalgia gustosa,

el deseo que se realiza, el placer de la vida.

Tú eres tu propia luz.

Acéptalo y brilla, por amor a ti y a quien te cree.

Construye, vive, conquista,

no aceptes las derrotas,

los «no”!

Lo imposible es apenas

una fuerza invitándote a realizar.

Créelo.

Dentro de ti

existe un universo

en permanente construcción.

Contempla y disfruta de tu obra.

En momentos complicados, donde parece que nos ahogamos, donde parece que el dolor nos aprieta hasta dejarnos sin aire, es importante que recordemos esto.

La vida no nos da lo que queremos, sino lo que necesitamos para evolucionar en nuestro camino. Y NO aceptarlo, nos genera dolor y sufrimiento.

Existen dos clases de dolor:

El dolor del crecimiento: es el dolor que aparece cuando tenemos que hacer algo que es necesario para seguir hacia delante, para crecer. El dolor nos transforma y esa es su misión, quitarnos lo que ya no necesitamos para que podamos abrirnos a lo que necesitamos…

Quizás pienses y sientas que lo que se ha ido lo necesitabas contigo.

Y es cierta manera ,es así, pero no necesitas el aferramiento para amarlos. Y la vida nos pide que amemos, porque el amor va mucho más allá de lo físico. El amor es un estado, no una emoción. Si lo atribuimos a una cosa, persona o lugar… simplemente estamos viviendo una versión muy limitada del amor.

Tu naturaleza es expandirte, de la misma forma que una flor se abre, de la misma forma que un árbol crece, de la misma forma que un bebé sale del vientre de su madre y llega al mundo.

Amar significa soltar.

Este es el dolor del crecimiento, un dolor inevitable y necesario.

Quienes evitan o intentan huir de él están condenados al sufrimiento, que es un dolor mayor que el del crecimiento.

El dolor del arrepentimiento: Un dolor que aparece justo cuando no queremos crecer. Este es la condena del sufrimiento, y no hay mayor dolor humano que el dolor del arrepentimiento. Es ese dolor que te inunda en una profunda oscuridad, el dolor que sientes cuando crees que has perdido lo único que tenías, tu tiempo. Cuando renuncias a tus sueños, cuando renuncias al amor. Este es el dolor que padece la mayoría de la humanidad. El dolor de la desconexión del ser. El dolor de la resistencia…

Deja que el dolor haga su trabajo en ti. Deja que te transforme, deja que te cure, deja que te quite las creencias y concepciones que tenías acerca de la vida….

Deja que te haga sentir lo que eres, sólo un ser humano.

Permite que se caigan tus lágrimas y que ellas esculpan tu cuerpo, como el escultor que con sus cincel rompe el barro para sacar de ahí su obra, Permite que tu alma sane y que tu espíritu se eleve por encima de todas las cosas.

Si necesitas ayuda, si estás padeciendo alguno de los dolores, estamos aquí para ayudarte, puedes solicitar tu cita aquí.

https://goap.parcemasa.es/

El dolor que deja la pérdida de alguien hace que nuestro corazón se expanda y lo llevemos a todos, los lugares, olores, momentos y cosas… Y es ahí cuando esa persona nos acompaña durante el resto de la vida, porque está en nuestro interior manifestándose a través de nuestros sentidos.

Quien pueda ver, que vea…

Quien pueda escuchar, que escuche..

Quien pueda sentir, que sienta….

Quien pueda amar, que ame…

Quien quiera vivir, que viva.

Escrito por: Cristina Ballenilla Reina. Psicóloga de Parque Cementerio de Málaga. Parcemasa.

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